Por qué audiolibros?

El canal auditivo puede ser un gran medio para hacer llegar la literatura a personas que no han podido acceder a ella por, entre otras, dos grandes razones: son personas ciegas o con algún grado discapacidad visual, o son personas que a causa de diversos condicionantes sociales no tienen hábitos lectores y están lejos del acceso al libro.

Ambos grandes grupos, sin embargo, muy probablemente cuentan con acceso a un dispositivo tecnológico (teléfono, tablet, computador), a través del cual pueden conectarte a internet y acceder a contenido audiovisual. Allí es donde está el nodo al que apunta este proyecto: si logramos disponer de audiolibros grabados con voz humana, en la mejor calidad y con material complementario, podemos lograr los clics necesarios para que las personas vayan accediendo a “escuchar libros”.

Es un modo más versátil, en el caso de las personas sin discapacidad se puede hacer mientras se realizan otras tareas (lavar la loza, en el transporte público, mientras se descansa); y en el caso de las personas ciegas y con discapacidad visual, les permite conocer muchas más obras que en el formato braille.

Discapacidad visual y acceso a bienes culturales

Las personas ciegas y con discapacidad visual también tienen derecho a la lectura estética, es decir la lectura que se hace por diversión, por disfrute, y que reporta un sinfín de beneficios psicológicos, cognitivos y emocionales. Sin embargo, hoy en día la oferta cultural accesible es prácticamente nula.

El segundo Estudio Nacional sobre Discapacidad -ENDISC II- realizado en 2015, establece que el porcentaje de “personas en situación de discapacidad que declara haber asistido al menos una vez, a una actividad cultural, deportiva o recreativa durante los últimos 6 meses” es de 75%, contrastando con el 92% de personas sin discapacidad. Una diferencia de porcentajes que parece inofensiva pero que refleja una brecha de inequidad. El acceso a la lectura estética de las personas ciegas y personas con discapacidad visual es un problema de plena vigencia en Chile, dado que el país no se encuentra entre aquellos que han dado el paso de la ratificación hacia la implementación del Tratado de Marrakech, impulsado en 2013 por la Organización Mundial de Propiedad Intelectual, organizaciones sociales, editoriales y otros actores, que permitiría impulsar la edición de obras accesibles.